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¿Un diagramador con estilo o un corrector con diseño? (parte 2)

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Por: Wilman Stick Prieto Bohórquez

Labor del diseñador y diagramador

En una empresa editorial el diseñador genera la maqueta o bosquejo de la pieza impresa o interactiva (libro, periódico, folleto, infografía, hipertexto, ebook, entre otros) o establece las pautas de diagramación de acuerdo con el manual de estilo e integra a dicha retícula toda su capacidad creativa y técnica para otorgar una fuerza original a su composición. Este esbozo gráfico depende de la arquitectura de la publicación (por ejemplo, para un libro ver la figura 3) a fin de determinar la estrategia en aspectos como: el formato o soporte, los estilos tipográficos, la imagen, el color y la ilustración. En el caso del diagramador, tiene la responsabilidad de ocupar la maqueta con los elementos gráficos y textuales finales para la materialización del mensaje bimedia (texto e imagen en el caso de los impresos), es decir, dar el cuerpo a la publicación (también a las posteriores) y resolver la organización de las páginas acorde con las normas ya establecidas por el diseñador.
Figura 3. Arquitectura del libro.
Algunas competencias del diseñador editorial son ser el enlace entre el texto original y su producción (litográfica o en línea); además, Caldwell y Zappaterra (2016) plantean que para poder crear maquetas efectivas y satisfactorias, un diseñador necesita un amplio bagaje de conocimientos prácticos, técnicos e intelectuales (por ejemplo conocer y entender cómo funciona una publicación y cuáles son las diferentes funciones de sus miembros o saber cómo crear estilos determinados y como construir retículas convincentes en las que se mantengan la originalidad y la investigación). De tal forma, algunas de estas habilidades son: El dominio de la visualización objetiva Esta es una destreza compleja que engloba la capacidad de seleccionar, rechazar, resaltar, disponer y combinar elementos esenciales, no solo con el objetivo de diseñar la maqueta, sino de desarrollar una visualización de la publicación que se ajuste perfectamente al tema de su contenido y a sus lectores. La destreza de la preparación de la página Para establecer los cimientos con éxito sobre los que construiremos la maqueta, hay que escoger el formato y el papel y crear una retícula o cuadricula apropiada, sabiendo cómo usar el diseño para señalar las prioridades y trabajando con un planillo que garantice que las secciones y la paginación mantienen la fluidez y el ritmo de la publicación a pesar de los cambios constantes que se operan. Las retículas o cuadriculas son los conjuntos invisibles de guías o sistemas de coordenadas que ayudan al diseñador a determinar la ubicación y el uso del texto, las imágenes y demás elementos como los blancos de página, los márgenes y los folios. Trabajo con la tipografía Toda publicación tiene que suponer una experiencia significativa, agradable y accesible para sus lectores, y eso se consigue en gran parte mediante el uso adecuado de la tipografía. Los lectores acostumbrados al fluir constante de las densas páginas de texto de una novela buscarán algo muy diferente en una revista, en la cual, la decoración, la variación, el espacio y el uso coherente de los elementos de diseño son parte de sus expectativas. Una tipografía muy pequeña, muy densa o muy uniforme desalentará a los lectores, como también lo harán largas columnas de texto “gris”. Por ello, un diseñador editorial tiene que ser recursivo en el uso de la tipografía para mantener el estilo e interés en la publicación. Los aspectos prácticos también deben ser tenidos en consideración. En algunas publicaciones, particularmente los semanarios, los diseñadores tienen que acomodar en la maqueta titulares y textos de una extensión determinada. Y lo más importante, todas las consideraciones estéticas, emocionales y contextuales son relevantes para la identidad y el atractivo de una publicación. La tipografía, más que ningún otro elemento de diseño, crea ciertas asociaciones en el lector. Para afrontar todas esas cuestiones de modo satisfactorio, cada tipo ha de ser seleccionado para su función específica, pero también teniendo en cuenta en conjunto de la publicación del que formará parte. Así mismo, como lo sugiere Marín (2013), en la “nueva tipografía” el diseñador también tiene su papel. Debe saber cómo hacer menos escandalosas las cantidades o las siglas cuando no deban exhibirse innecesariamente, cómo simplificar la escritura de las abreviaturas, cómo racionalizar la administración de iconos, cómo destacar visualmente la estructura del mensaje e incluso hasta qué punto se puede violar las convenciones ortotipográficas (a veces incluso las ortográficas como sucede con la acentuación de las mayúsculas) si la comunicación visual lo requiere (o por lo menos lo tolera). En suma: el diseñador gráfico no puede dejar fuera de su control nada de lo que diseña. No le incumbe a él la introducción material y el control detallado de los recursos ortotipográficos (el qué y el cuándo): para ello están el autor y su auxiliar, el copy editor, pero sí tiene qué decir en cuanto al cómo. La ortotipografía estará presente allí donde haya textos, letras, signos y símbolos, todos ellos aparecen (o al menos pueden hacerlo) en gran cantidad de mensajes gráficos. El diseñador, en cuanto comunicador, ha de conocer las normas que rigen la ortotipografía con el fin de saber obtener todo el potencial expresivo que una familia tipográfica contiene. Capacidad de cambio y manejo de nuevos programas En el diseño de periódicos y revistas, un diseñador editorial competente requerirá un vasto conocimiento práctico de los programas informáticos de diseño, maquetación y manipulación de imágenes como Adobe Creative Suite (que comprende InDesign, Photoshop e Illustrator). Esto es fundamental para sacar el máximo partido y sus ideas visuales, pero también para reaccionar con rapidez y eficacia en los cambios de maquetación y del planillo. También es preciso disponer de elementos técnicos sobre cómo calibrar la pantalla, el uso y tratamiento del color, la impresión y sus procesos, además de controlar los aspectos más creativos, como la ilustración y la fotografía. La habilidad de crear consistencia sin monotonía Uno de los retos más importantes (y gratificantes) de un diseñador es el de crear un producto distintivo e individual que sea reconocible como parte de una identidad corporativa pero que varíe de aspecto número a número. ¿Cómo lograrlo? Con una buena retícula que sea flexible, una paginación que vele porque los artículos similares se intercalen con otras páginas y un uso inventivo de los elementos de diseño disponibles. Rediseño Los diseñadores pueden ajustar determinados elementos de la maquetación de una publicación para actualizarla y garantizar que siga despertando el interés (por ejemplo, un tipo de letra supernegra puede sustituirse por la versión media o la fina de la misma familia para acomodarla a los nuevos gustos). No obstante, llega un momento en que hasta la revista mejor diseñada puede pasarse de moda y quedar anticuada. En esos casos, no queda más remedio que un replanteamiento o un rediseño a profundidad. Muchas publicaciones optan también por el cambio de aspecto cuando las ventas caen o cuando, en tiempos de recesión económica, descienden los ingresos publicitarios y tienen que potenciar las ventas. Hacerlo implica siempre un riesgo porque puede ahuyentar a lectores ya existentes, aunque también atraer otros nuevos. La mejor razón para acometer un rediseño es la de mantenerse en sintonía con los lectores y reflejar sus necesidades. A lo largo de un periodo de cinco años, las modas, gustos y estilos habrán cambiado lo suficiente como para que una revista dirigida a adolescentes de 16 años tenga que afrontar un rediseño con el fin de no quedarse atrás. No obstante, también es importante que el cambio no lo dictamine enteramente en público: la mejor postura es contextualizar la publicación ante las tendencias y transformaciones culturales. También es importante que el rediseño no haga en el vacío. Si las tendencias estéticas evolucionan a lo largo del tiempo, lo mismo les sucede a los demás elementos de la publicación: el contenido y el tono tienen que ser examinados y tratados cuidadosamente para asegurar que ningún componente se queda aislado o rezagado y que la publicación avanza como un bloque, con coherencia e inteligencia.
[1] Ponencia presentada para el Festival de La Imagen 2017 en Manizales, Caldas.
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